viernes, mayo 2

De mis tardes en casa

Hasta el fin de los días me perseguirán las tardes soleadas en casa.

No te creías asomándote por el balcón y viéndome parada en el parque a las 10 de la mañana, con un sol de mierda, a unos días de los carnavales, después de haber caminado cuadras de cuadras y dar vueltas y vueltas, de esquivar a tu abuela, amordazar el orgullo, atar los miedos. Y todo para salir de ahí flotando, llegar medio tarada -más de lo normal- y a media tarde recién reaccionar.

Toda la vida te agradeceré esa media mañana conversando en el micro de tu piel quemada, los corales y la arena en tu billetera; la bronceada esperándote afuera de la U y la aventura de volver a casa subiendo y bajando de carros, a cada cuadra, sin pagar pasaje.

No me imaginé que ese día sería el comienzo de lo que ahora son mis días. Pero hoy solo quiero salir a caminar, como hace tanto, sola, con mis demonios. Quizá hoy no me pare frente a tu casa ni estés tú mirándome preocupado, y aún así, quizá hoy pueda volarse de una buena vez eso que anda conmigo hace tantos años y no deja que en tardes como estas dé la cara a las matemáticas que me buscan tanto; o simplemente, que sean tardes tranquilas, tumbada en el sillón, sin posts ni poemas en cuadernos; tardes tranquilas, de sonrisas tal vez no, pero en final: tranquilas.

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Te entiendo, por una tarde tranquila no sé que daría, y por un día entero, el doble.

Mis demonios son grandes profesionales y no descansan.

Saludos.

nesiko dijo...

Todo lo que se puede vivir en estos momentos donde todo parece brotar, esos sentimientos muchas veces encontrados que despiertan de pura curiosidad.
Las tardes solitarias marcan la diferencia entre la reflexión y la reflexión de uno mismo.
Hay tantas cosas que apreciar en soledad.
saludos