martes, noviembre 25

II

Pasé dos horas sentada ahí, con la mirada en el libro y pensando qué hacer. Si las tardes eran tan frías no era casualidad, hace unos años había estado en la misma posición y había resuelto hacer algo distinto a lo que hacia en ese momento. Y verme ahí, y regresar, y ver como las cosas se me habían ido poquito a poco de las manos; y el camino, de a pequeños saltos, tropezones, titubeos e intentos de fuga, se había ido borrando y llegar a parar en esa banca gris. Si no sonreía era porque había olvidado lo más importante, y en la lucha por sobrevivir solo atinaba a golpear más fuerte y no sentir... dos mg de polvito envuelto en anaranjado y seguir. Se había hecho una constante conformase a recibir lo que viniera porque en la vida nada es perfecto y hay que escoger lo menos malo; a solo andar, andar y andar porque el que corre más rápido es el que gana y el que se detiene un segundo a pensar en si esta bien, lo aplastan. Y a llevar bien amarradas las zapatillas me había dedicado; lo demás, increíblemente lo había olvidado.
Estaba ahí ya casi a oscuras y lo único que había hecho era pensar cómo fue que sucedió, pero ni una pista de qué hacer entonces. Empecé a sentir frío y me di cuenta que era mejor irme de ahí, así que respiré una vez más y comencé a andar despacio.
...

No hay comentarios.: